sábado, 31 de julio de 2010

Capítulo XIX: Agua bendita...

Isra pensó que jamás había visto un paraje tan maravilloso como ése en toda su vida. Lamentó no tener la cámara de fotografiar. Y no poder compartir ese momento con Meri, que se había quedado en el improvisado campamento por culpa de su desgraciada lesión. Volvió a clavar su mirada en el lago y se sintió feliz. Porque lo más importante de todo era que habían encontrado un lugar con agua dulce, tan grande como paradisíaco.

Damià y sus pensamientos seguían la misma dirección de raciocinio que Isra, pero además tenía muchas ganas de bañarse en esa fantástica réplica del lago azul. Tal vez fue por eso que, cuando Rubén gritó “¡Ornitorrinco el último!”, sus cansadas piernas hicieron un esfuerzo final. En la treintena de metros que les quedaba hasta el agua, en una frenética carrera, pudieron quitarse ropa, caerse, levantarse, empujarse y acabar completamente en pelotas bajo el agua. Damià no recordaba haberse sentido tan bien en toda su vida. Rubén trataba de quitarse una jodida tela de araña de los tobillos que le había hecho caer en dos ocasiones.

Marta miraba aquél espectáculo algo perpleja, sin saber muy bien qué hacer. Le apetecía un baño pero estaba valorando si tanto. Se fue acercando lentamente hasta la orilla y, tras quitarse las zapatillas deportivas, remojó sus cansados pies en aquél agua celestial. Isra también se había acercado al borde del lago y miraba divertido el improvisado recital de “calvos” que estaban ofreciendo sus dos colegas en el agua. No los había visto tan felices nunca, claro que tan solo se conocían desde hacía algunos días. Pero era bonito ver cómo jugaban y gritaban en el agua como niños…

- Ya sois algo mayorcitos para hacer el idiota de esta manera – increpó Marta al par de hombres rana.

- Y tú eres más sosa que la Carbonero, nena – dijo Rubén con un timbre de voz parecido al de Marco cuando buscaba a su madre por los Andes.

Marta, Isra y Damià le miraron fijamente y quedaron petrificados al ver que Rubén parecía haber rejuvenecido 25 años en tan solo unos minutos. Rubén miró a Damià y se quedó perplejo al ver a su colega en una situación similar.

- ¡Dios mío! Ahora sois dos niños de verdad – gritó Marta algo asustada.

- Y tú te has quedado sin tetas – respondió Damià señalándola y con la misma voz que el amigo de la abeja Maya.

- ¡Mierda! Salgan del agua inmediatamente o voy a tener que darles biberón todo el camino de vuelta. ¡Salgan de una puta vez! – gritó Isra.

Marta, Damià y Rubén salieron con la vitalidad propia de los niños de 10 años, que es, más o menos, en lo que se habían convertido. Damià y Rubén trataron de vestirse con unas ropas que ahora les venían enormes. Estaban totalmente aturdidos por lo que había sucedido y por el nuevo tamaño de su pene. Marta no daba crédito a su nuevo estado. Su cerebro adulto tampoco estaba encajando nada bien ese nuevo cuerpecito de niña.

- Ahora parezco el de poli de guardería – dijo Isra tratando de poner una nota de sentido del humor desde las alturas.

- Pareces King Kong, mamón – le respondió Rubén con su nueva y ridícula voz, mientras trataba de sujetarse los pantalones.

- No me lo puedo creer – puntualizó Damià mientras Marta se sentaba en el suelo...

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