Joana no podía dormir. El incidente del Tiranosaurio la había alterado mucho. Una vuelta a la derecha. Giro a la izquierda. Costado derecho. Nada. Alguien, pocos minutos después del extraño incidente con el depredador jurásico, le había aconsejado chupar corteza de eucalipto. Hijo de puta, pensó. Sólo había conseguido que, con tanto chupeteo, la lengua se le acartonara, perdiera sensibilidad y que le costara pronunciar palabras esdrújulas. Joana no podía dormir y estaba jodida.
Miró la luna que iluminaba gran parte del cielo de la noche. Un cielo con muchas estrellas, a pesar de la supremacía del satélite de la Tierra. Qué bonita eres, le dijo en una voz bajita pero perceptible. De repente, una lucecita se encendió a lo lejos, al otro extremo de la playa. Joana se sentó sobre la arena y fijó su vista sobre aquella novedad lumínica. La luz era pequeña pero claramente visible y daba la sensación que estaba parpadeando, como tratando de enviar un mensaje a algo o alguien.
Joana sabía que no eran horas de molestar a nadie pero pensó que tal vez la luz podía desaparecer en cualquier momento y se aventuró a despertar a Hugo, que había mostrado en repetidas ocasiones su excelente sentido del humor.
- Hugo. Soy Joana. Despierta por favor – le dijo susurrándole en el oído.
- Ummmnalibraaadeclavossssyunfoooormónnnnn – respondió Hugo totalmente dormido.
- He visto una luz. Al otro extremo de la playa. Despierta – insistió sacudiéndolo un poco.
- ¿Eh? - dijo Hugo saliendo de la fase rem.
- He visto una luz. Misteriosa. Está justo al otro lado. Creo que deberías ir a investigar de qué se trata – le invitó Joana sonriente.
- Y yo creo que te has pasado chupando el corcho ese toda la tarde – dijo Hugo tratando de incorporarse. ¿De qué coño me estás hablando?
- De eso – señaló Joana.
Hugo se incorporó totalmente y pudo ver con claridad una pequeña luz que parpadeaba. Podría tratarse de la luz de un faro, pensó. Agarró a David por un brazo y lo incorporó de un tirón.
- Mira, tío. Una luz – díjole a su colega, que seguía en estado de coma a pesar de su posición vertical.
- ¿Eh? - dijo David tratando de abrir un ojo.
- Una puta luz, “brother”. Allí hay alguien. Y vamos a ir a averiguar quién cojones es – afirmó Hugo con una rotundidad entre pétrea y férrea.
- No llevo las gafas. ¿Dónde coño están mis gafas? - protestó, David.
- Bueno, yo ya os dejo que tenéis trabajo – dijo Joana con otra sonrisa.
- Ni hablar, monada. Tú te vienes con nosotros que por algo has visto la luz primero. Lo siento. La ley de la botella es sagrada – ordenó Hugo sin piedad.
David encontró sus gafas entre la arena y al ponérselas, la mancha gris se transformó en un mundo de formas definidas. Pudo ver, por primera vez, la luz de marras. Y pensó que Hugo tenía razón. Aquello parecía un jodido faro. Pequeño. Lejano. Pero faro. Avisaron cariñosamente al resto del grupo de su salida nocturna en busca de suicidas aventuras y se pusieron en marcha hacia la luz que seguía girando misteriosamente en la noche...
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