lunes, 28 de junio de 2010

Capítulo XVI: ¿Quién ha invitado al Tiranosaurio Rex?

Cuando quedarse quieto no es una opción para poder sobrevivir, el concepto “pisar la cabeza” pierde casi todas sus connotaciones negativas. Lo más curioso del caso era que, aunque todo el mundo corría de un lado para otro como gallinas decapitadas, fueron muchos los que acabaron pisando a Ariadna. De hecho, Esther lo hizo, de forma fortuita, hasta en tres ocasiones. Pero al intentarlo por cuarta vez, Ariadna le lanzó un puñado de arena en la cara, gritando al unísono “Ha sido el viento, ha sido el viento”...

El Tiranosaurio Rex no parecía tener demasiado hambre porque a los 60 segundos de su sorprendente aparición todo el mundo seguía con vida. Había más peligro de muerte por colisión que por cualquier otra cosa relacionada con el aparato digestivo del enorme saurio. Probablemente, fue Àlex el primero en darse cuenta de la pasividad del bicho en cuestión y quizá por eso se acercó con temeridad suicida a gritarle en repetidas ocasiones “Hangauachita, hangaua”. El resto, extenuado de correr o trepar a árboles y rocas, inició un periodo de reflexión ante lo que estaban viendo sus ojos.

El Rex podía haber aplastado a Àlex con la misma facilidad que un humano aplasta un escarabajo pelotero. Pero por alguna extraña razón, no lo hizo. De alguna manera estaba respetando la vida del chalado que le gritaba graciosamente. Cuando el Tiranosaurio se aburrió de todo el alboroto creado, lanzó un alarido impresionante y dió media vuelta, dándo un tremendo golpe de cola a Àlex y el grupo de acólitos suicidas que se habían envalentonado por culpa de los mojitos. Aunque ninguno resultó herido de gravedad, el susto fue de órdago. De hecho, Paco, estuvo varios días yendo al baño sólo si alguien le daba la mano.

El Tiranosaurio Rex desapareció entre la espesura de la selva sin que nadie le siguiera y hubo algún iluminado que aventuró la posibilidad que el enorme saurio fuera en realidad un amante de la buena música. Carles se sintió muy halagado. Desde ese instante se decidió no organizar ni un concierto más al aire libre...

La expedición formada por Dàmia, Isra, Rubén y Marta andaba desde hacía horas ajena a los acontecimientos de la playa. Llevaban un par de horas dando vueltas por la maldita jungla, tratando de localizar el riachuelo que les parecía escuchar, sin éxito. Les llamó la atención que algunos de los insectos del lugar fueran más grandes que los pájaros. Tras una parada para recuperar fuerzas, Marta empezó a recuperarse milagrosamente.

Rubén dijo que podía ser por los frutos del bosque con que la había estado alimentando durante el viaje. Damià afirmó que el aire puro de la selva también ayudaba a oxigenar la sangre. Isra estuvo muy callado, ajeno a la interesante conversación y Marta jamás contó a nadie que el Gigante de la playa la había amenazado con lanzarla al primer acantilado que encontraran si no andaba de una puta vez.

Cuando Damià estaba a punto de abortar misión, cansado de buscar dónde demonios estaba el escurridizo río, Isra gritó desde sus alturas: ¡Agua a la vista!

2 comentarios:

  1. Está bien eso de que Ariadna grite al unísono. Nada de dobles voces ni Dolby Surround 5.1, que no todo va a ser ciencia ficción.

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