miércoles, 2 de junio de 2010

Capítulo 2: Encuentros amistosos...

Ariadna, Esther y yo recogimos del suelo a Rodolfo que, sin sus brazos, parecía una tabla de planchar de segunda mano. Afortunadamente, las heridas habían cauterizado y ya no se desangraba, tal vez por eso nos pidió que recogiéramos sus extremidades superiores, por si más adelante pasábamos hambre. Le tomé prestado el reloj por un tema de funcionalidad y comenzamos la búsqueda de Hugo, Damià y Núria más unidos que nunca (a excepción, claro está, de Rodolfo, que vino con nosotros en tres partes).

Esther encabezaba nuestro grupo porque había perdido las lentillas. Trataba de disimular la angustia interior con una sonrisa pero estaba claro que la posible pérdida de Hugo la atormentaba. Encontrarlo a pedazos, más. Nuestro calvario moral duró poco. Hasta que lo vimos debajo del ala del avión. Se nos heló la sangre porque la imagen era escalofriante, ahí tumbado, aparentemente sin conocimiento o tal vez… muerto.

Jamás pensé que mi hermana, con la edad que tiene, pudiera correr tanto y tan deprisa. El torrente de lágrimas de sus ojos provocaba aquaplaning y Ariadna a punto estuvo de romperse el fémur en dos ocasiones. Rodolfo había quedado tan rezagado que no volvimos a verle, exceptuando sus dos brazos que llevaba en mi mochila.

Una vez llegados a escasos metros de Hugo, éste salió tan pancho de debajo del ala del avión dónde se protegía del radiante sol para contarnos que estaba echando una siesta. Esther dudó, durante unos segundos, entre besarle los labios o arrancarle la cabeza. Pero la violencia física no entra dentro de los parámetros vitales de mi hermana así que me ordenó que le pegara una patada en los huevos…

Una vez juntos Ariadna, Hugo, Esther y yo, decidimos separarnos para encontrar a Damià y Núria. Hugo aprovechó la coyuntura para señalarnos el cadáver de alguien que parecía haberse “separado” para ir a buscar a Dios. Nos reímos debido a la tensión nerviosa y decidimos que “Cachitos” (que era el nombre con el que bautizamos al tipo desmembrado) sería el punto de encuentro. Ariadna apuntó que un tipo al que podían comerse los cangrejos en una tarde no era la mejor referencia de la playa pero una perdedora del 3 en raya no tiene demasiado carisma de liderazgo y la ignoramos sin piedad.

Hugo y Esther se fueron en búsqueda de Damià, con una orden vital concreta: si encontraban a Núria también podían acercarla hasta “Cachitos”. Ariadna y yo teníamos que buscar a Núria pero sin descartar a Damià. El sol nos estaba jodiendo el cerebro. Al despedirnos, tropecé con Joana que andaba removiendo la arena buscando un anillo que, según ella, le daba suerte. Fue entonces cuando miré hacia la selva y vi claramente como la figura de mi cuñada Mònica bailaba los pasos de la Macarena…

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