viernes, 4 de junio de 2010

Capítulo 5: Un gamster deportista...

Hugo remojaba sus cansados pies en el océano reflexionando si con sus uñas podría hacerse una cabaña resistente. El jodido océano Atlántico. O el excitante Mar del Caribe. Cuba. Los piratas del Caribe. Y una mierda. Aquello no era Cuba y Hugo lo sabía. Estaban perdidos y no podía quitarse de la mente la voz nasal de la azafata, comunicando que iban a atravesar el Triángulo de las Bermudas. Las vibraciones que le hicieron buscar en su bolsillo el móvil apagado, los gritos de pánico de David, la luz blanca… y la oscuridad negra.

Esther se había quedado dormida, tumbada en la arena, exhausta, agotada por la búsqueda, bajo algo que podía ser una palmera. Hugo no lo sabía con certeza. Las plantas nunca habían sido su fuerte. Una vez había tenido una preciosa planta en su casa. Un espécimen único en el mundo vegetal. Era tan bonita que la llamó “Suputamadre”. Se marchitó enseguida pero nadie pudo demostrar científicamente si fue porque realmente no le gustaba el nombre. “Algunas plantas necesitan agua para vivir, cariño”, le había recordado Esther en alguna ocasión.

Aquello tenía que ser una palmera porque juraría que los frutos que ponían en peligro la integridad física de su pareja eran cocos. Y de entre los cocos, salió algo parecido a una ardillita, pero sin cola. Bajaba torpemente por la palmera, cargando algo entre sus manitas, hasta que quedó ubicada cómodamente junto a Esther. Hugo había oído leyendas sobre roedores asesinos comedores de carne humana, así que se acercó cautelosamente hacia el lugar de los hechos, armado únicamente con su zapato.

La ardilla resultó ser un hámster gordinflón, que trataba de comerse una zanahoria más grande que él. Cuando tuvo a Hugo a escasos dos palmos, le dijo en un correcto cubano:

- Hola. Soy Richi Cominos, Gamster deportista… - Y acto seguido le lanzó la zanahoria contra la nariz. Luego desapareció.
- ¡Suputamadre! – gruñó Hugo, lo justo como para despertar a Esther.
- ¿Ya le estamos poniendo nombre a las plantas, cariño? – preguntó, no sin cierta ironía, Esther.
- El puto Hámster que me ha tirado una zanahoria en la cara y casi me salta un ojo. Hijo de la gran fruta…
- ¿Un hamster, eh? Deberías buscarte una gorra lo antes posible, vida, sólo faltaría que ahora te pusieras enfermo.
- Sí, un hamster… y me ha dicho su nombre… se llama Richi Cominos – afirmó con rotundidad Hugo.
- Ha sido un día muy duro, cariño. Estamos todos un poco confundidos. Cansados. Agotados. Tal vez sea culpa mía, vida. Yo le hablaba a nuestras plantas. Les ponía la tele ¿recuerdas? Yo le hablo a Lulú. Incluso me has visto tratando de razonar con Ariadna. Pero cariño… mi vida… ¡los Hamster NO HABLAN! – gritó Esther.

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