Angustiado por la locución de semejante rugido tragué saliva y se me fue por el otro lado. Hugo estuvo dándome fuertes palmadas en la espalda mientras me ponía morado de tanto toser. Kevin intentó hacerme el boca a boca hasta que le prometí que lo mataría lentamente. Si todo aquello no había dado pistas al presunto monstruo de nuestra ubicación exacta, era porque aquél ser debía carecer de apéndices auditivos. Una vez restablecida la calma relativa en el grupo de intrépidos suicidas, Damià nos mostró orgulloso que había conseguido una improvisada antorcha que podía iluminar nuestro camino hacia una muerte segura. Isra se ofreció voluntario para sostenerla pero le negamos el privilegio porque no queríamos iluminar toda la isla. Se lo tomó bastante bien y sólo derribó tres palmeras a cabezazos. Kevin husmeó el suelo como un indio Apache. Yo trataba desesperadamente de ver si algo gigantesco se movía hacia nosotros con intenciones culinarias.
- Huelo a Oso Polar blanco, mamífero carnívoro de cuatro patas impropio de este territorio - afirmó Kevin, ahora con un aparente acento Sioux.
- Kevin, levántate o me veré obligado a patearte el culo – respondió educadamente Hugo.
Esperamos de pie, antorcha en mano, a que hubiera alguna señal que nos mostrara en qué dirección debíamos escapar. Nada. Sólo el rumor de la selva, el relajante sonido del mar y algunos insensatos ronquiditos desde la playa. Al cabo de cinco minutos decidimos por unanimidad irnos a dormir. Nuestro campamento estaba relativamente lejos de aquella zona y pensé que mucha hambre tenía que tener el bicho para llegar hasta nosotros. De camino podía comerse 20 o 30 raciones de humanos. Evidentemente, algunos eran buenos amigos pero la supervivencia es lo que tiene. Mucho sufrimiento personal.
Fuimos tranquilizando a todo el mundo con absurdas mentiras hasta llegar a nuestro aposentos, donde Esther ya dormía, y seguimos mintiendo como bellacos hasta dormir sin remordimientos. Fue una noche extraña en muchos sentidos, así que agradecí el calor de los primeros rayos del Sol en mi rostro, señal inequívoca que la tienda de campaña estaba diseñada con el culo. Bueno pensé, al menos es un culo bonito. Me fui en silencio hacia el mar para lavarme la cara y los dientes. El agua estaba transparente y fría de cojones.
- Buenos días, socio – me sorprendió Hugo.
- Hola, Hugo – respondí escupiendo un poco de agua salada – ¿Has dormido bien?
- Pues no mucho, chaval... he tenido un sueño muy real y eminentemente extraño – contestó apesadumbrado.
- Cuenta, cuenta... soy sensible a los sueños en general – dije amistosamente.
- He soñado que estaba en una camilla. Tal vez era un hospital. Y que la novia de ET me hacía una pajilla – explicó algo reflexivo.
- ¿Y te ha gustado? - pregunté tratando de aportar algo.
- Pero... ¿tú has visto ET, imbécil? Ha sido escalofriante.
- Eh... claro, claro... en qué estaría yo pensando... - traté de disculparme.
- Me decía que estuviera tranquilo, que sólo lo necesitaba para hacer unas pruebas – añadió meditabundo, Hugo.
- Y habrá sido con la mano y con guantes esterilizados, ¿no?
- Basta. No me jodas con idioteces. Esto es un secreto, ¿vale? - propuso amenazadoramente.
- Soy una tumba – sentencié.
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